Jacques Derrida, es una de las figuras influyentes del pensamiento contemporáneo, nació en Argelia en 1930 y desarrolló una obra que desafía las fronteras entre disciplinas, incluyendo la filosofía, la literatura y el análisis cultural. Su enfoque, conocido como deconstrucción, no busca destruir significados, sino exponer los pliegues y tensiones que subyacen en los textos y las estructuras culturales. Derrida no solo cuestiona lo que damos por sentado, sino también las bases mismas del lenguaje y de la identidad.
“El monolingüismo del otro” editado por Manantial, es un libro que resuena con la biografía de Derrida. Nacido en una Argelia colonizada, pertenecía a una minoría judía excluida de la educación oficial bajo las políticas antisemitas del régimen de Vichy. Estas vivencias forman el trasfondo emocional y político de este ensayo.
El título ya sugiere una paradoja: ¿cómo es posible hablar del “monolingüismo” —la imposición de una única lengua— y, al mismo tiempo, vincularlo al “otro”? Derrida postula que el lenguaje que usamos nunca nos pertenece del todo, aunque lo consideremos propio. El idioma, dice, es siempre algo del otro; una imposición que define nuestro lugar en el mundo. Esto tiene implicaciones profundas para cuestiones como la identidad, la pertenencia cultural y la memoria.
Derrida establece un diálogo implícito con el psicoanálisis, especialmente en cómo este aborda la relación entre lenguaje e identidad Al afirmar que el lenguaje mismo es un territorio de exilio y dominación, para él, no solo configuramos nuestra subjetividad a través del lenguaje, sino que este opera como un “otro” que nos antecede y nos excede, marcando una distancia irreductible con nuestra propia esencia. Esta visión amplía las reflexiones tradicionales sobre la psicología del sujeto, situando al idioma como una prótesis que no solo revela, sino que también construye los contornos de lo que somos.
Derrida explora la tensión entre la lengua materna y la lengua impuesta por el poder. En su caso, el francés no era solo el idioma oficial de Argelia, sino también una herramienta de dominación cultural. Sin embargo, Derrida señala que incluso la lengua materna está “colonizada” por las reglas y estructuras que la preceden. Así, hablar cualquier idioma implica estar subordinado a un sistema preexistente.
El subtítulo, “La prótesis de origen”, sugiere que la lengua es como una prótesis, un agregado que parece formar parte del cuerpo, pero que nunca es del todo natural. Esta metáfora es crucial: nuestra relación con el lenguaje es siempre artificial, marcada por una especie de exilio interno. No elegimos el idioma en el que nacemos, pero este moldea cómo pensamos y cómo somos vistos por los demás.
En un mundo donde el poder busca uniformar a través de lenguas dominantes, Derrida propone que la pluralidad y las diferencias lingüísticas son una forma de resistencia. Hablar o escribir en un idioma que no es el “oficial” se convierte en un acto político, una afirmación de que el otro no puede ser silenciado ni reducido a una sola voz.
El autor describe su experiencia personal con el francés como una especie de exilio. Aunque fue su lengua de formación y creación intelectual, siempre sintió que no le pertenecía. Este dilema refleja las vivencias de muchos desplazados, colonizados o marginados, quienes habitan un espacio intermedio entre culturas y lenguas.
En el contexto actual, donde el psicoanálisis online ha ganado terreno, El monolingüismo del otro de Derrida ofrece claves para repensar esta práctica desde esta perspectiva. La idea de que el lenguaje es siempre “del otro” resuena de manera particular en un medio donde la comunicación ocurre a través de palabras escritas o habladas que trascienden el espacio físico. Esto nos invita a reflexionar sobre cómo en la terapia online ofrecida por psicólogas argentinas y psicólogos argentinos se evidencia y se potencia la presencia del lenguaje como lugar de encuentro, posibilidad de alteridad y transformación. Si el idioma ya es una prótesis en la interacción presencial, en el ámbito de la psicología virtual se convierte en un medio aún más evidente de trabajo. Esto abre preguntas profundas sobre cómo las tecnologías reconfiguran el vínculo terapéutico y sobre el lugar que ocupa el lenguaje en un entorno donde el rostro, el cuerpo y el silencio adquieren nuevas formas de expresión.
Derrida redefine el lenguaje como un terreno de conflicto y negociación, rechazando nociones simplistas de identidad cultural. Su obra es un recordatorio de que el idioma no solo es una herramienta de comunicación, sino también un arma de control y, al mismo tiempo, un espacio para la libertad creativa.
En la actualidad, este libro tiene una resonancia especial en contextos marcados por la migración, la globalización y los debates sobre el multilingüismo. Derrida nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con las lenguas que hablamos, sobre lo que aceptamos como “propio” y sobre las maneras en que el lenguaje configura, y a veces limita, nuestras posibilidades de ser.
En resumen, “El monolingüismo del otro” no es solo un texto filosófico; es un llamado a cuestionar las estructuras de poder que operan incluso en los aspectos más íntimos de nuestra existencia, como las palabras con las que pensamos y nos definimos. Derrida, con su estilo inconfundible, nos desafía a imaginar un mundo donde las diferencias lingüísticas no sean una barrera, sino un puente hacia el entendimiento mutuo.
Reseña del libro por Psicólogos Online Argentina
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