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La muchacha indecible

  • Foto del escritor: PsicologosOnlineArgentina
    PsicologosOnlineArgentina
  • 17 abr
  • 6 Min. de lectura

una mujer con unas flores en la mano

"La muchacha indecible" Mito y misterio de Kore, de Giorgio Agamben y Monica Ferrando.


La muchacha indecible no es solo un libro, sino una experiencia. Se despliega en la frontera entre filosofía, mito, arte y existencia. En sus páginas, el filósofo Giorgio Agamben y la artista plástica Monica Ferrando nos conducen por un delicado recorrido en torno al mito de Kore, también conocida como Perséfone, figura central de los antiguos misterios de Eleusis.


Kore es la hija de Deméter, diosa de la tierra y la fertilidad. Un día, mientras recolecta flores, es raptada por Hades y llevada al inframundo. La desesperación de su madre detiene el ciclo de las estaciones hasta que finalmente se acuerda su retorno parcial: Kore pasará una parte del año bajo tierra y otra en el mundo de los vivos. Ese movimiento cíclico entre la vida y la muerte, entre la oscuridad y la luz, no solo da origen al mito de las estaciones, sino que representa una figura profunda de transformación. Kore no vuelve siendo la misma: su descenso y retorno la convierten en algo más que una hija o una doncella; es iniciada, transfigurada. Y es justamente esa ambigüedad, esa imposibilidad de fijarla en una única identidad, lo que la vuelve indecible.


Giorgio Agamben, nacido en Roma en 1942, es uno de los pensadores contemporáneos relevantes. Su obra cruza con soltura los terrenos de la estética, la política, la antropología y el lenguaje, siempre en búsqueda de los pliegues invisibles de la experiencia humana. A lo largo de su carrera, ha reflexionado sobre la infancia, el deseo, la muerte, y los límites del pensamiento.


Monica Ferrando, por su parte, es artista visual y filósofa. Estudió en Turín y Berlín, y ha desarrollado una obra pictórica profundamente vinculada al pensamiento simbólico y al cuerpo femenino. En este libro, no solo ilustra, sino que también escribe. Sus dos intervenciones –A la musa de la pintura y la cuidada edición de textos antiguos sobre Kore– enriquecen el libro con una perspectiva visual y mitológica que abre nuevos sentidos.



¿Qué significa “la muchacha indecible”?


El título encierra el corazón mismo del libro. “La muchacha indecible” es, para los antiguos griegos, Kore. Su figura, central en los misterios eleusinos, es simultáneamente clara y esquiva. No se puede decir con precisión quién es, ni qué representa. Es hija y madre, vida y muerte, sombra y luz. Es lo femenino que no cabe en las categorías habituales. Es la niña que juega, la mujer que retorna del inframundo, la existencia en estado puro, imposible de definir sin reducirla.


Pero lo “indecible” en Agamben no es lo misterioso en el sentido de lo oculto o esotérico, sino aquello que no se puede decir sin traicionarlo. Es lo que se vive, lo que se toca, lo que se ve sin necesidad de ponerlo en palabras. En ese sentido, el libro plantea que la verdadera sabiduría no está en el discurso, sino en la experiencia directa. Como en los antiguos rituales de iniciación, lo esencial no se enseña: se atraviesa.



Lo indecible como experiencia


Agamben propone que los misterios de Eleusis no eran tanto una enseñanza secreta como una vivencia transformadora. Quienes participaban en ellos no salían con un nuevo conocimiento racional, sino con una nueva forma de estar en el mundo. De allí el profundo paralelismo que el autor establece entre el misterio y la filosofía: ambos apuntan a una forma de ver –no de explicar– la realidad.


La figura de Kore representa, entonces, una subjetividad abierta, en tránsito, no fijada. No es ni niña ni adulta, ni madre ni hija, ni esposa ni soltera. Su fuerza radica en no definirse por completo. Por eso, Agamben dice que Kore “no se deja definir ni por la edad, ni por la identidad sexual, ni por las máscaras familiares ni sociales”. Y eso la vuelve profundamente contemporánea: en un mundo obsesionado con etiquetar y clasificar, esta figura nos devuelve el valor de lo ambiguo, de lo vital, de lo que no necesita explicación.


Y dialogando con el libro también podríamos agregar, desde el campo de la psicología y la experiencia del psicoanálisis, que se trata de una forma de habitar aquello que no puede ser dicho del todo. Al igual que en un análisis, donde las palabras son fundamentales pero también tienen su límite, Agamben nos muestra en la muchacha indecible una figura del deseo que no se deja decir por completo, del núcleo irreductible de la subjetividad.


En el corazón de la experiencia psicoanalítica se encuentra el deseo como motor y causa. En ese sentido, el planteo de Agamben sobre la muchacha indecible resuena con fuerza: no estamos ante una figura que deba ser explicada o interpretada linealmente, sino ante una presencia que encarna aquello que, en el análisis, bordea lo inconsciente —eso que insiste, que se manifiesta, pero que no puede ser plenamente traducido en palabras. Kore, que no es ni madre ni hija, ni niña ni mujer, aparece como una metáfora viviente del deseo en su forma más pura: inestable, ambigua, móvil. Al igual que en la experiencia del psicoanálisis con un psicoanalista online o presencial, Agamben nos propone habitar esa zona de indeterminación donde lo indecible no es un obstáculo, sino la causa misma de la experiencia. La muchacha indecible no remite solamente a un mito antiguo, sino también a una forma contemporánea de comprender lo psíquico y su tratamiento posible: un tratamiento donde no importa solamente lo que se dice, sino que se diga, el acto, y cómo en ese decir se incluye también lo que no puede ser dicho. En la experiencia psicoanalítica, eso indecible puede ir tomando forma, hacerse cuerpo, abrir espacio a lo que antes era rechazado o expulsado, y que, al no tener lugar, retornaba como síntoma y sufrimiento.


Así como en los antiguos misterios el iniciado no recibía un conocimiento que pudiera transmitirse, sino que atravesaba una vivencia transformadora, en el análisis tampoco se trata de adquirir un saber teórico sobre uno mismo. Se trata, más bien, de atravesar una experiencia singular, donde algo se despliega en acto, en el decir, en los silencios, en el encuentro. Del mismo modo que en Eleusis no había nada que aprender, sino algo que padecer y ver, el análisis no ofrece respuestas cerradas, sino un recorrido que permite alojar lo indecible, dar lugar a lo que no podía ser dicho. Y es precisamente en ese alojamiento —en no forzar lo innombrable a encajar en un sentido preestablecido— donde puede desplegarse lo singular de cada uno. No se trata de que el psicólogo online ofrezca un saber ya hecho, sino de que ese saber no obture el surgimiento de una verdad propia, única, que sólo puede aparecer en el proceso mismo del análisis. Esa verdad —lo verdaderamente propio— no puede ser conocida de antemano ni por el analista ni por el paciente; sólo puede surgir en el devenir de la experiencia.  



Humor, esperanza y visión


Uno de los momentos más bellos del libro tiene que ver con el poder transformador de la alegría. Deméter, devastada por la pérdida de su hija, se encuentra en su camino con Yambe, una sirvienta que la hace reír con gestos cómicos y burlones. Esa risa, inesperada, es lo que le permite a la diosa volver a abrirse al mundo. Este episodio, lejos de ser anecdótico, revela el valor iniciático del humor, de lo festivo, de lo vital. La risa no niega el dolor, pero lo atraviesa y lo transforma.


Esa misma lógica impregna el mensaje final del libro: quienes participaban en los misterios salían de ellos más felices, con “mayores y dulces esperanzas”. No porque hubieran comprendido un secreto, sino porque habían sido tocados por una visión. Esa visión –de Kore, de la vida, de lo indecible– era suficiente para dar sentido.



Un libro para mirar y pensar


Las imágenes de Monica Ferrando, a lo largo del libro, no son ilustraciones decorativas. Son interpretaciones sensibles del mito. Son visiones. Y, como tales, se leen tanto con los ojos como con el cuerpo. En sus trazos suaves y orgánicos, la figura de Kore aparece como una presencia y una ausencia, una forma que siempre está por revelarse. Su arte prolonga el pensamiento de Agamben y lo convierte en una experiencia estética.


Ferrando también aporta, en su ensayo A la musa de la pintura, una reflexión sobre el gesto artístico como forma de conocimiento, tan válida y compleja como el lenguaje. Y en su sección Kore. Fuentes antiguas, recopila y organiza pasajes clásicos que enriquecen la lectura del mito con su voz original.



En suma, leer La muchacha indecible es dejarse afectar por un mito que no busca explicar, sino resonar; que no enseña, pero transforma. Es también una manera de pensar la experiencia analítica no desde el saber que encierra, sino desde el no-saber que habilita, dando lugar a lo no nacido, a eso que aún no ha tomado forma ni palabra, pero que pugna por existir. Ese espacio abierto, sin definiciones previas, es el que permite que algo verdaderamente singular emerja. Y es en ese tránsito —entre el silencio y la palabra, entre lo indecible y lo que comienza a decirse— donde el psicoanálisis, como el mito, puede volverse experiencia. Una experiencia donde no se trata de comprender, sino de atravesar. Y que, en ese atravesamiento, nos permite tal vez reconocer, en la figura esquiva de Kore, algo propio.




Reseña del libro por Psicólogos Online Argentina


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