El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual?
- PsicologosOnlineArgentina
- hace 8 horas
- 4 Min. de lectura

Cuando Jean Allouch se pregunta si el psicoanálisis es un ejercicio espiritual, no lo hace como quien busca una etiqueta nueva o un giro místico para la práctica analítica. La pregunta —formulada como respuesta crítica a la tesis de Michel Foucault, que propuso ubicar al psicoanálisis en la genealogía de los llamados “ejercicios espirituales”— funciona como una provocación que Allouch desarrolla con precisión filosófica y orientación clínica.
El texto no pretende definir el psicoanálisis desde fuera, sino leerlo desde su práctica, desde la experiencia que inaugura Freud y que Lacan retoma, tensiona y despliega. Allouch parte de la inquietud que dejó planteada Foucault: ¿acaso el psicoanálisis no pertenece, como ciertas prácticas antiguas, a ese conjunto de disciplinas que procuran una transformación del sujeto? ¿No implica acaso un trabajo sobre uno mismo, una cierta exigencia sostenida en el tiempo, una práctica que modifica la relación con lo que uno es? Pero su respuesta, lejos de afirmarlo sin matices, se apoya en una lectura rigurosa tanto del corpus psicoanalítico como de los textos filosóficos a los que Foucault remite. La operación de Allouch no es rechazar la comparación, sino desmontar los supuestos que la sostienen.
Lo que emerge de esta lectura es que el psicoanálisis no se orienta por una idea de “salvación”, ni por una vía de perfeccionamiento interior. Su singularidad radica, más bien, en que no propone un ideal para todos ni una forma de realización plena. Si hay transformación subjetiva, no se trata de alcanzar una verdad esencial, sino de producir una relación diferente con aquello que en uno mismo genera padecimiento, con lo que hasta entonces parecía fijo, inevitable, sin alternativa. La clínica psicoanalítica, tal como la entiende Allouch —en diálogo estrecho con Lacan— no busca formar sujetos virtuosos ni adaptados, sino abrir un espacio donde cada persona pueda revisar las formas en que se narraba, los sentidos en los que quedaba atrapada, los modos repetitivos con los que siempre padecía lo mismo.
El título del libro —formulado como una pregunta— cobra así todo su sentido: no está hecho para cerrar la discusión, sino para sostener una tensión. Porque si bien el psicoanálisis tiene efectos en la vida del sujeto, y si bien implica un compromiso —una práctica sostenida, una relación con la palabra que exige ética—, no se puede asimilar sin más a los dispositivos espirituales de la tradición grecorromana o cristiana. Su orientación es otra. Y Allouch lo muestra con lucidez: el psicoanálisis no promete salvar, redimir o perfeccionar. Permite que algo del sufrimiento deje de tener el mismo peso, y que se abra una posibilidad de cambio a partir del propio recorrido.
Esto no implica negar que el psicoanálisis hace bien. Lo hace de una forma que no es programática ni universal, sino singular. El bien que produce no se confunde con el alivio rápido ni con la adaptación a las normas. El psicoanálisis transforma porque permite salir de ciertos modos de repetición, inventar recursos nuevos, encontrar posiciones más habitables frente al malestar. Ese bien no viene dado desde afuera, sino que se construye en el trayecto: es el sujeto quien, al atravesar los puntos de vista fijos desde los que siempre sufría, puede reorganizar su modo de vivir, de vincularse, de desear.
Este ensayo de Jean Allouch resuena de manera profunda con nuestro artículo “No sé lo que me pasa”, donde exploramos la experiencia de la extrañeza ante los síntomas que no se entienden del todo. Ambos textos ponen el foco en aquello que no encaja en las definiciones fáciles, en cómo la escucha clínica —especialmente en contextos de terapia online— debe estar abierta a lo inesperado. Juntos, invitan a pensar la psicología y el psicoanálisis como espacios que no reducen ni anestesian el sufrimiento, sino que sostienen lo que aparece cuando las definiciones se quiebran, permitiendo que lo verdadero encuentre una forma de ser dicho y escuchado de un modo singular.
Este libro es de gran interés para psicólogos y psicoanalistas, pero también para lectores provenientes de la filosofía, la teoría crítica o la psicología contemporánea. Y, sobre todo, para todo aquel que se sienta concernido por estas preguntas: ¿qué es un cambio real en la vida subjetiva?, ¿qué esperamos de una terapia o de un análisis?, ¿qué hacemos con aquello que no se deja reducir a herramientas o consejos?
Allouch recuerda que el psicoanálisis no es una psicología aplicada ni una técnica de mejora. Es una práctica que trabaja con lo que no cierra, con lo que no se acomoda fácilmente, con lo que sigue doliendo aunque todo parezca en orden. El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual? no da respuestas fáciles, pero permite formular mejor las preguntas que siguen vigentes para la clínica: ¿Qué lugar tiene el saber en la experiencia analítica? ¿Y qué implica, para quien escucha, sostener una práctica que no se apoya en certezas cerradas? Leer este texto es también una invitación a revisar críticamente el modo en que trabajamos como psicólogos argentinos que ofrecemos terapia online: en un contexto donde las demandas de eficacia y solución rápida se multiplican, este libro recuerda que la clínica exige otra escucha, y que es precisamente esa revisión constante la que nos permite no caer en fórmulas prefabricadas, y abrir espacio a lo que en cada caso necesita ser dicho y escuchado de un modo singular.
Reseña del libro por Psicólogos Online Argentina
Opmerkingen