La aventura literaria. La psicosis inspirada
- PsicologosOnlineArgentina

- 16 sept
- 4 Min. de lectura

En este libro de editorial Escabel, Colette Soler se detiene en dos figuras singulares de la literatura: Jean-Jacques Rousseau y James Joyce. Pero no los aborda como se haría desde la crítica literaria, ni desde una perspectiva biográfica, sino desde el psicoanálisis: lee en sus textos y en sus trayectorias una relación particular con el lenguaje, el cuerpo y el lazo, que la lleva a interrogarlos como casos de lo que llama psicosis inspirada. No se trata de reducir su obra a una etiqueta diagnóstica, sino de pensar cómo ciertos modos de escritura pueden operar como soluciones personales frente a un colapso subjetivo.
La tesis de Soler es clara: tanto en Rousseau como en Joyce hay una invención que no proviene de un deseo de comunicar o de transmitir un mensaje, sino de una escritura que construye un borde frente a lo que no se puede decir. En términos más técnicos, sería una forma de inventar algo que supla la función estructurante de ciertos referentes simbólicos que no están operando. Ambos autores se enfrentan a una falla profunda en la estructura del lenguaje y responden no con un síntoma clásico, sino con una creación literaria que les permite sostener un modo propio de estar en el mundo.
En el caso de Rousseau, Soler muestra cómo la paranoia —tan evidente en sus Confesiones— no impidió la elaboración de una obra potente, sino que fue justamente el motor de una escritura que le permitió sostener una posición frente a los demás. La sospecha, el aislamiento, la certeza de ser perseguido: lejos de bloquearlo, organizaron un discurso donde el yo se despliega sin interrupciones. La escritura, en su caso, no es una defensa contra la psicosis, sino el espacio donde esta se materializa.
Con Joyce, la operación es distinta. El autor de Ulises no sólo no evitó la fragmentación del lenguaje, sino que la llevó al límite, haciendo de cada palabra una invención. Soler retoma aquí la enseñanza de Lacan en su Seminario 23, donde Joyce aparece como alguien que, ante la imposibilidad de apoyarse en una estructura simbólica tradicional, crea una solución propia que lo sostiene. La escritura, entonces, no busca representar el mundo, sino ser un modo de anudarse a la realidad por otra vía.
Este libro ofrece una lectura clínica que puede resultar especialmente fecunda para quienes trabajamos como psicólogos argentinos online y nos encontramos con modos singulares de vivir y decir. En muchos casos, quienes llegan a una terapia online lo hacen desde esa experiencia de no encajar. Este libro permite pensar cómo puede alojarse eso que no se adapta sin forzarlo a una forma común o normativizada.
Lo interesante de esta lectura es que no romantiza la locura ni estetiza la psicosis. No se trata de glorificar el sufrimiento, sino de mostrar que, en ciertos casos, el acto de escribir puede cumplir una función vital: no como expresión de uno mismo, sino como una operación que permite no desmoronarse. La escritura no salva, pero a veces sostiene. Y ese sostén no se hace con sentido, sino con una forma propia.
La distinción que Soler traza entre creación literaria y solución psicótica tiene implicancias clínicas directas. No toda escritura es terapéutica; no todo relato implica elaboración. En estos casos, el estilo mismo —con sus repeticiones, invenciones, formas de cortar o deformar el lenguaje— cumple una función de borde, de contención frente a lo que irrumpe sin orden. Esta perspectiva puede resultar reveladora también para quienes, desde la práctica del psicoanálisis online, se encuentran con modos de decir que no apuntan a generar un diálogo, sino a sostener algo de la propia existencia.
El libro permite pensar también qué hacemos en la terapia virtual con esas producciones. ¿Cómo escuchar cuando lo que se dice no busca ser comprendido? ¿Cómo acompañar una invención sin reducirla a una lógica de sentido? ¿Qué lugar puede tener el análisis cuando la palabra no apunta al diálogo, sino a la repetición o al corte?
Con un lenguaje claro y preciso, Soler logra transmitir ideas complejas sin perder su anclaje clínico. Este texto puede leerse como una continuación de su trabajo sobre la angustia y el síntoma, pero también como una invitación a pensar lo literario como una respuesta subjetiva.
El libro permite pensar también qué hacemos los psicoanalistas con esas producciones que no piden ser comprendidas. ¿Cómo escuchar cuando lo que se dice no busca interlocución, sino que apenas logra decir algo? ¿Qué lugar puede tener el psicoanalista en línea cuando la palabra no apunta al sentido compartido, sino a sostener al sujeto en su singularidad? Esta posición —la de no reducir el decir del paciente a lo comprensible o lo lógico— es la que también desarrollamos en el artículo ¿Es lo mismo sentirse comprendido que sentirse escuchado?. Allí se cuestiona una idea extendida en la cultura terapéutica actual: que el objetivo del análisis sea “sentirse comprendido”. En cambio, se sostiene que el valor de la escucha psicoanalítica está en no cerrar el sentido de lo dicho, en no apresurarse a entender, y en ofrecer un lugar donde incluso lo que no se puede articular —lo fallido, lo ambiguo, lo que apenas balbucea— pueda hacerse oír. Se trata de orientar a hacer lugar al inconsciente, y es ahí donde el paciente puede sentirse verdaderamente escuchado: cuando un punto íntimo que no estaba ubicado ni abordado pudo emerger, y ese surgimiento toca algo, genera una implicación, y le permite reconocerse afectado por lo que acaba de decir.
La aventura literaria o la psicosis inspirada no es un libro sobre literatura, ni sobre psicopatología, sino sobre cómo algunos sujetos encontraron en la letra una forma de no desanudarse. Y eso, para quienes hacemos clínica en tiempos de diagnósticos veloces y soluciones estandarizadas, es una enseñanza que conviene no olvidar.
Reseña del libro por Psicólogos Online Argentina



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